Alexander Fleming



Alexander Fleming nació el 6 de agosto de 1881 en Lochfield, Gran Bretaña, en el seno de una familia campesina afincada en la vega escocesa. Fue el tercero de los cuatro hijos habidas en segundas nupcias por Hugh Fleming, el cual falleció cuando Alexander tenía siete años de edad, dejando a su viuda al cuidado de la hacienda familiar con la ayuda del mayor de sus hijastros. Fleming recibió, hasta 1894, una educación bastante rudimentaria, obtenida con dificultad, de la que, sin embargo parece haber extraído el gusto de la observación detallada y el talante sencillo que luego habría de caracterizarlo. Cumplidos los trece años se trasladó a Londres para vivir con uno de sus hermanastros, de profesión médico. Completó su educación con dos cursos realizados en el Politechnic  Institut de Regens Street, empleándose luego en las oficinas de una compañía naviera. 


A los veinte años la herencia de un pequeño legado lo llevó a estudiar medicina. Obtuvo una beca para el St. Mary's Hospital Medical School de Paddington, institución con la que, en 1901, inició una relación que habría de durar una vida. En 1906 entró a formar parte del equipo del bacteorólogo Sir Almorth Wright, con quien estuvo asociado durante cuarenta años. En 1908 se licenció obteniendo la medalla de oro de la Universidad de Londres. Nombrado profesor de bacteriología, en 1928, pasó a ser catedrático, retirándose como emérito en 1948, aunque ocupó hasta 1954 la dirección del Wright-Fleming Institute of Microbiology, fundado en su honor y en el de su antiguo maestro y colega.


La carrera profesional de Fleming estuvo dedicada a la investigación de las defensas del cuerpo humano contra las infecciones humanas. Su nombre está asociado a dos descubrimientos importantes: la lisozima y la penincilina. El segundo es, indudablemente, el más famoso y el más importante desde el punto de vista práctico: ambos están relacionados entre sí, ya que el primero de ellos tuvo la virtud de centrar su atención en las substancias antibacterianas que pudieran tener alguna aplicación terapéutica. Fleming descubrió la lisozima en 1922, cuando puso de manifiesto que la secreción nasal poseía la facultad de disolver determinados tipos de bacterias. Probó después que dicha faculatd dependía de una enzima activa, la lisozima, presente en muchos tejidos corporales, aunque de actividad restringida, por lo que se refleja a los organismos patógenos causantes de las enfermedades. Pese a esta revelación, el hallazgo se reveló altamente interesante, puesto que demostraba la posibilidad de que existieran sustancias que, siendo inofensivas para las células del organismo, resultasen letales para las bacterias. A raíz de las investigaciones emprendidas por Paul Ehrilich treinta años antes, la medicina andaba ya tras un resultado de este tipo, aunque los éxitos obtenidos habían sido muy limitados. 








El descubrimiento de la penicilina, una de las más importantes adquisiciones de la terapéutica moderna, tuvo su origen en una observación fortuita. En septiembre de 1928, Fleming, durante un estudio sobre las mutaciones de determinadas colonias de estafilococos, comprobó que uno de los cultivos había sido accidentalmente contaminado por un microorganismo procedente del aire exterior, un homgo, posteriormente identificado como Penicillum notatum. Su meticulosidad lo llevó a observar el comportamiento del cultivo, comprobando que alrededor de la zona inicial de contaminación los estafilococos se habían hecho transparentes, fenómeno que Fleming interpretó correctamente como efecto de una sustancia antibacteriana segregada por el hongo. Comprobó que un caldo de cultivo puro de hongo adquiría, en pocos días, un considerable nivel de actividad antibacteriana. Realizó diversos experimentos destinados a establecer el grado de susceptibilidad al caldo de una amplia gama de bacterias patógenas, observando que muchas de ellas resultaban rápidamente destruidas, inyectando el cultivo en conejos y ratones demostró que era inocuo para los leuicocitos, lo que constituía un índice fiable de que debía resultar inofensivo para las células animales. 


Ocho meses después de sus primeras observaciones, Fleming publicó los resultados obtenidos en una memoria que hoy se considera un clásicoen la materia, pero que, por entonces no tuvo demasiada resonancia. Pese a que comprendió desde un principio la importancia del fenómeno de antibiosis que había descubierto, la penincilina tardó todavía unos quince años en el agente terapéutico de uso universal que habría de llegar a ser. Las razones de este aplazamiento son diversas, pero uno de los factores más importantes que lo determinaron fue la inestabilidad de la penicilina, que convertía su purificación en un proceso exesivamente difícil para las técnicas químicas disponibles. 


Con cierto retraso la fama alcanzó por fin a Fleming, quien fue elegido miembro de la Royal Societyen 1943, y en 1945 compartió con Florey y Chainel Premio Nobel de Medicina. Falleció en Londres, el 11 de marzo de 1955.








Alexander Fleming debe su fama al descubrimiento de la penicilina, un antibiótico que revolucionó la medicina moderna. La utilización de esta sustancia permite tratar diversas enfermedades que, bien entrado el siglo XX, se consideraban incurables.


El hecho de que sea posible utilizar la penicilina en la actualidad no se debe unicamente a Fleming, sino que fue el resultado del esfuerzo de varios investigadores. El bacteriólogo británico descubrió el antibiótico en 1928, al estudiar un cultivo de bacterias que presentaban un estado de lisis debido a la contaminación accidental con un hongo. El propio Fleming se encargó, con la ayuda de un micólogo,  a estudiar dicho hongo, al que se le dio el nombre de penicilina. Sin embargo, fueron el médico australiano Howard Walter Florey y el bioquímico alemán Ernst Boris Chain quienes iniciaron una investigación detallada y sistemática de los antibióticos naturales y quienes promovieron la fabricación y el empleo médico de la penicilina.


La penicilina comenzó a utilizarse de forma masiva en la Segunda Guerra Mundial, donde se hizo evidente su valor terapéutico. Desde entonces, se ha utilizado con gran eficacia en el tratamiento contra gran número de gérmenes infecciosas, especialmente cocos, en este sentido se ha mostrado sumamente útil para combatir enfermedades como la gorrea o sífilis.


En realidad, la penicilina inició la era de los antibióticos, sustancias que han permitido aumentar los índices de esperanza de vida en practicamente todo el mundo. De hecho, el modelo de preparación de los antibióticos proviene de la penicilina. De la misma manera, la relativa simplicidad del núcleo de la estructura de esta sustancia, así como la facilidad de las sustituciones en sus radicales extremos, han permitido que, en la actualidad, se encuentren numerosas penicilinas semisintéticas o sintéticas. 




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