Mujeres en la Ciencia (Primera Parte)

MUJERES EN LA CIENCIA (PRIMERA PARTE)






Nota: Al ser un tema tan extenso he decidido subdividirlo en dos partes: la primera que va desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII inclusive, la segunda desde comienzos del siglo XIX hasta la actualidad.

Las mujeres han contribuido a la ciencia desde sus inicios, aunque no hayan sido reconocidas por ello. Historiadores interesados en ciencia y género han mostrado las contribuciones hechas por mujeres, las barreras con las que se toparon y las estrategias que desarrollaron para que su trabajo fuese aceptado.

La participación de las mujeres en el campo de la medicina ha sido documentada por varias civilizaciones tempranas. Una egipcia, Merit Ptah (2700 antes de Cristo), descrita en una inscripción como médica principal, es la primera mujer mencionada en la Historia de la Ciencia. Agamede fue citada por Homero como curandera en la Antigua Grecia antes de la Guerra de Troya. Por su parte, el estudio de la Filosofía natural se abrió a las mujeres en la Antigua Grecia: ejemplos documentados incluyen a Aglaonike, quien predijo eclipses, y a Téamo, una médica y matemática, pupila (y posiblemente esposa) de Pitágoras, y miembro de la escuela fundada por éste, donde estudiaban muchas mujeres.

Hipatía de Alejandría, hija de Teón de Alejandría, quien trabajaba y daba clases en la famosa Biblioteca de Alejandría. Ella escribió textos de geometría, álgebra y astronomía, y se le atribuyen varios inventos, como el hidrómetro, un astrolabio y un instrumento para la destilación del agua.

La educación universitaria en Europa fue accesible para algunas mujeres durante el período medieval. Se cree que en el siglo XI, la médica italiana Trotula de Salerno ocupó una cátedra en la Escuela Médica Salernitana, donde enseñó a muchas mujeres nobles italianas. Varios textos importantes en medicina, sobre todo en obstetricia y ginecología, entre otras materias también se le atribuyen.

Los conventos medievales eran otros lugares para la educación de las mujeres, y algunas dieron oportunidades a las mujeres para contribuir en investigación académica. Un ejemplo es la abadesa alemana Hildegard von Bingen, cuyos prolíficos escritos incluyen varias materias científicas, incluida la medicina, la botánica y la historia natural.

La Revolución Científica de los siglos XVI y XVII vio una gran afluencia de mujeres al campo de la ciencia, sin embargo, las mujeres fueron excluidas de las universidades. Para continuar con sus intereses científicos, las mujeres se vieron obligadas a obtener sus conocimientos de manera informal. Se alientaban las habilidades en pintura de las mujeres nobles, y a menudo les servían para detallar y precisar las iluatraciones.




Margareth Cavendish, una mujer aristócrata del siglo XVII tomó parte en algunos de los debates científicos más importantes del momento. A pesar de no estar admitida en la Royal Society inglesa, una vez se le permitió asistir a una reunión. Escribió numerosos trabajos sobre materias científicas, incluyendo Observation upon Experimental Philosophy y Grounds of Natural Philosophy. En estos trabajos fue especialmente crítica con la creencia creciente de que los humanos, a través de la ciencia eran los amos de la naturaleza.

Mujeres que deseaban trabajar en ciencia y vivían en Alemania llegaron con distintos bagajes. Allí la tradición de la participación femenina en el oficio de la producción permitía a algunas mujeres adentrarse en la ciencia, especialmente en astronomía. Entre 1650 y 1710 las mujeres representaban, en Alemania, el 14% del total de científicos en astronomía. La mujer astrónoma más conocida fue María Winkelman. Fue educada por su padre y su tío y recibió conocimientos en astronomía por un astrónomo autodidacta cercano. Su oportunidad de ser profesional en astronomía llegó cuando se casó con Gottfried Kirch, el astrónomo más conocido en Prusia. Ella se convirtió en su ayudante en el observatorio astronómico que operaba en Berlín por la Academia de las Ciencias. Realizó algunas contribuciones originales, incluso el descubrimiento de un cometa. Cuando murió su marido, solicitó un cargo de astrónomo asistente en la Academia de Berlín, para el cual estaba altamente cualificada. Por ser mujer (sin estudios universitarios)se le denegó el cargo. Miembros de la Academia de Berlín temieron establecer el mal ejemplo de contratar a una mujer.

Los problemas de Winkelman con la Academia de Berlín, reflejan los obstáculos que las mujeres afrontaban para ser aceptadas en la práctica científica, que estaba considerada como perteneciente especialmente a los hombres. Ninguna mujer fue invitada ni a la Royal Society de Inglaterra, ni a la Academia de las Ciencias francesas hasta el siglo XX. Durante el siglo XVII una vida dedicada a la producción de conocimiento se consideraba incompatible con las labores domésticas a las que se esperaba que se dedicasen las mujeres.

En general, la Revolución Científica hizo poco para cambiar las ideas existentes sobre la naturaleza de la mujer. Hombres científicos usaron la nueva ciencia para extender la idea de que la mujer era por naturaleza inferior al hombre, y que estaba subordinada a él y a desempeñar un rol doméstico como madres cuidadoras. La vasta distribución de la producción escrita aseguró la continuación de estas ideas.




La Ilustración vio la expansión del rol de las mujeres en la ciencia. El surgimiento en la cultura del salón literario en Francia en ese tiempo, llevó a los filósofos y sus conversaciones sobre temas de política, sociedad y ciencia contemporánea a las casas de los pudientes y poderosos. Estos salones eran mayoritariamente orquestados por mujeres, ya que la casa era tradicionalmente el espacio de la mujer, y muchas mujeres reconocidas emergieron como figuras destacadas tanto por sus dotes como anfitrionas, que juntaban a los ilustrados intelectuales del momento, como por sus propias contribuciones intelectuales a la conversación. 

Émilie du Châtelet, por ejemplo, tradujo la obra de Newton, Philosophiae Naturalis Principia Mathematica al francés, y dedujo la conservación de la energía. Las mujeres también pudieron llevar a cabo algunos estudios científicos como pasatiempo. Por ejemplo, la botánica fue popular entre el interés de las mujeres durante el siglo XVIII, a pesar de que las mujeres no eran consideradas suficientemente inteligentes para contribuir a los discursos formales sobre clasificación, pudieron sí dibujar plantas y flores para su divertimento en su propio hogar. El dibujo fue también una importante habilidad que las mujeres cultivaron sobre manera en sus casas y que a menudo fue puesto al servicio de la ciencia, especialmente para el dibujo de las nuevas especies de plantas al regreso de viajes de exploración. Sin embargo, el sistema de Carlos Linneo para la clasificación de las plantas, basados en las características sexuales de éstas, derivó la atención hacia el libertinaje botánico y hacia finales de siglo las mujeres dejaron de ser motivadas para el estudio de la reproducción de las plantas, por miedo a que pudieran llevarse una educación moral equivocada de la naturaleza como ejemplo.

Debido a que muchos de los experimentos y conversaciones en la casa, las mujeres pudieron disfrutar de un espacio en el que asistir a sus maridos u otros miembros de la familia interesados en la ciencia. Entre las mejores conocidas de estas esposas se encuentra Marie-Anne Pierrette Paulze, casada a los 14 años con Antoine Lavoisier y que se convirtió en su asistente en el laboratorio de su casa. Marie-Annehablaba inglés y tradujo no solo la correspondencia de su marido con los químicos ingleses de la época, sino también íntegramente el Esay on Phlogiston (Teoría del flogisto) de Richard Kirwan. Se trata de un texto clave en la controversia que existía entre los químicos ingleses  sobre la naturaleza del calor en las reacciones químicas. Marie Anne también recibió clases de dibujo del propio Jacques Louis David, y personalmente gravó los 14 platos para el revolucionario trabajo de su marido, Tratado elemental de química (1789). También mantenía un pequeño pero activo salón y correspondencia con los científicos y naturalistas franceses de la época, muchos de los cuales quedaron impresionados por su inteligencia.

Otro famoso ejemplo es la astrónoma Caroline Herschel, quien nació en Hanover, pero se trasladó a Inglaterra, donde trabajó como asistente de su hermano William Herschel. Recibió un pequeño sueldo de la Corona por su trabajo, un ejemplo temprano de una mujer siendo pagada como científica. Descubrió ocho cometas entre 1786 y 1797, y presentó el trabajo Index to Flamsteed's Observations of the Fixed Stars, que incluía más de 500 estrellas desconocidas hasta entonces. a la Royal Society en 1798, convirtiéndose en la primera mujer en presentar allí un trabajo. En 1835, ella y Mary Fairfax Somerville fueron las dos primeras mujeres elegidas por la Royal Astronomical Society.





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