La Nube de Oort

LA NUBE DE OORT






Es común pensar que el Sistema Solar termina con la órbita de Plutón. Sin embargo, el campo gravitatorio del Sol se extiende mucho más allá, a más de 3000 veces la distancia de Plutón, a mitad de camino de las estrellas más próximas, constituyendo una enorme reserva de cometas, conocida como Nube de Oort. 

La nnbe de Oort es considerada por los atrónomos como la Siberia del Sistema Solar, una vasta y fría región que poblada de los exiliados del imperio solar, aunque permanece vagamente bajo su autoridad. Los cometas que pueblan esta región se encuentran alejados los unos de los otros por decenas de millones de kilómetros. Desde la Nube de Oort el Sol, aunque continúa siendo la estrella más brillante del cielo tiene apenas el brillo del planeta Venus visto desde la Tierra. 

En realidad la nube de Oort nunca ha sido vista, más bien percibimos su presencia por los efectos físicos que podemos observar. Lo que sí se puede observar es un goteo constante de cometas procedentes de esa región que hace su aparición en el sistema solar interior.

Aristóteles especulaba que los cometas eran nubes altas de gas luminoso en la atmósfera de la Tierra. Sin embargo, unos siglos más tarde el filósofo romano Séneca sugirió que se trataba, en realidad, de verdaderos cuerpos celestes que viajaban por el firmamento, a lo largo de sus propias trayectorias. Pasaron 15 siglos hasta que el astrónomo Danés Tycho Brahe resolviese la controversia. Comparó varias observaciones del cometa de 1577 desde varios puntos distintos de Europa.

A que distancia se movían los cometas fue algo que se comenzó a aclarar cuando se consiguió determinar sus órbitas. En 1705, el astrónomo inglés Edmond Halley compiló el primer catálogo de 24 cometas. Aquellas observaciones aun eran muy poco detalladas y solo pudo asignar algunas parábolas a sus trayectorias, aunque aseguraba que dichas órbitas debían ser grandes elipses alrededor del Sol. 




Halley describió a los cometas como astros que se movían en órbitas entre las estrellas. En cierto sentido esto anticipaba el descubrimiento de la Nube de Oort dos siglos y medio antes de que fuera propuesta. También advirtió que los cometas de 1531, 1607 y 1682 tenían órbitas muy similares y sus apariciones estaban separadas por intervalos de 76 años. Más tarde se descubrió que se trataba de un mismo cometa, el Cometa Halley.

Los astrónomos han dividido los cometas en dos grupo de acuerdo al tiempo que tardan en completar una órbita. Los cometas de largo período tienen períodos orbitales mayores a 200 años en describir una órbita completa alrededor del sol, en cambio, los cometas de corto período tardan menos de 200 años en completar su órbita. 

En la perisferia de nuestro sistema solar existe un vasto enjambre de cometas que están siendo perturbados por estrellas distintas a nuestro Sol. A comienzos del siglo XIX existían suficientes órbitas para estudir su distribución estadística. Un tercio de dichos cometas eran hiperbólicas. Este tipo de órbitas son las que se esperan para objetos procedentes del espacio interstelar, en contraposición con las órbitas elipticas gobernadas por la gravedad del Sol. 

Para examinar esta hipótesis, los expertos en mecánica celeste extrapolaron las órbitas de los cometas de largo período hacia el pasado. Debido a las atracciones gravitacionales de los planetas distantes las órbitas hiperbólicas no eran las órbitas originalesde dichos cometas. Al viajar todavía más atrás en el tiempo y orientar las órbitas en relación al centro de masas del Sistema Solar descubrieron que casi todas las órbitas eran elípticas. 

Aunque dos tercios de las órbitas aparecían uniformemente distribuidas, casi un tercio de ellas tenían energías orbitales que las agrupaban en un pico de diagrama. Este pico representa a las órbitas que se extienden a distancias muy grandes, de orden de 20.000 unidades astronómicas (la misma distancia que existe entre la Tierra y el Sol).




En 1950 el astrónomo Jan Oort se interesó en este tema. Reconoció que el pico que se observaba a 1 millón de años debía representar la fuente de los cometas a largo período. Mostró que los cometas en esta nube están tan debilmente ligados al Sol que las estrellas que se acercan pueden cambiar facilmente sus órbitas. Este tipo de encuentros bastan para perturbar las órbitas de los cometas alterando sus inclinaciones y enviando un goteo de cometas hacia el Sistema Solar interior. A su entrada los cometas son dispersados por la influencia gravitatoria de los planetas, perdiendo o ganando energía orbital. Oort describe a aquella especie de nube como un jardín perturbado debilmente  por las estrellas. 

El enorme acierto de Oort al interpretar de forma correcta la distribución observada de los cometas de largo período, es aun más impresionante cuando se considera que en momentos que hizo sus cálculos solo disponía de los datos orbitales de 19 cometas. Ahora se sabe que los cometas de largo período que entran en la región de los planetas por primera vez proceden de una distancia de 44.000 unidades astronómicas y los períodos de sus órbitas alcanzan los 3,3 millones de años. 

Además de los encuentros con estrellas, la Nube de Oort es conocida por ser perturbada por otros dos efectos. En primer lugar la nube es suficientemente grande para percibir las fuerzas de marea generadas por el disco de la Vía Láctea, y en menor medida por el núcleo galáctico. Estas mareas surgen debido a que el Sol y los cometas de la Nube de Oort están a una distancia ligeramente distantes del plano medio del disco de la Galaxia o del centro galáctico, sufriendo alteraciones diferentes.

En segundo lugar, las nubes galácticas gigantes pueden perturbar la Nube de Oort. Estas enormes nubes de gas hidrógeno frío son los lugares de nacimientos de estrellas y del sistema planetario y son de 100.000 a un millón de veces más masivas que el Sol. Cuando el Sistema Solar se acerca a una de ellas, la perturbación gravitatoria arranca cometas de sus órbitas y los lanza al espacio interestelar. Estos encuentros, aunque violentos, no son raros y suceden una vez cada 300 o 500 millones de años.



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