Júpiter, quinto planeta del Sistema Solar
Júpiter es el quinto planeta de nuestro Sistema Solar. Forma parte de los denominados planetas exteriores o gaseosos. Recibe su nombre del dios romano Júpiter (Zeus en la mitología griega).
Se trata del planeta que ofrece un mayor brillo a lo largo del año dependiendo de su fase. Es además, después del Sol, el mayor cuerpo celeste del Sistema Solar, con una masa casi dos veces y media la de los demás planetas juntos (con una masa 318 veces mayor que la Tierra y 3 veces mayor que la de Saturno).
júpiter es un cuerpo masivo gaseoso, formado principalmente por hidrógeno y helio, carente de una superficie interior definida. Entre los detalles atmosféricos se destacan la Gran Mancha Roja, un enorme anticiclón situado en las latitudes tropicales del hemisferio sur, la estructura en nubes de bandas brillantes y zonas oscuras, y la dinámica atmosférica global determinada por intensos vientos alternantes en latitud y con velocidades hasta 504 km/h.
Júpiter es el planeta con mayor masa del Sistema Solar: equivale a unas 2,48 veces la suma de las masas de todos los demás planetas juntos. A pesar de ello no es el planeta más masivo que se conoce: más de un centenar de planetas extrasolares que han sido descubiertos tienen masas similares o superiores a la de Júpiter. Júpiter también posee la velocidad de rotación más rápida de todo el Sistema Solar: Gira en poco menos de 10 horas sobre su eje. La atmósfera se encuentra dividida en regiones con fuertes vientos zonales.
La masa de Júpiter es tal que su baricentro con el Sol de sitúa en realidad por encima de su superficie. A pesar de ser mucho más grande que la Tierra (con un diámetro once veces mayor) es considerablemente menos denso. El volumen de Júpiter equivale a 1.317 Tierras, pero su masa es solo 318 veces mayor. La unidad de masa de Júpiter se utiliza para medir masas de otros planetas gaseosos, sobre todo planetas extrasolares y enanas menores.
Si bien Júpiter necesitaría tener 80 veces su masa para provocar las reacciones de fusión de hidrógeno necesarias y convertirse en una estrella, la enana roja más pequeña que se conoce tiene solo un 30% más de radio que el propio Júpiter. Júpiter irradia más calor del que recibe de la escasa luz solar que llega hasta él.
La atmósfera de Júpiter no presenta una frontera clara con el interior líquido del planeta, la transición se va sucediendo de una manera gradual. Se compone en su mayoría de hidrógeno y helio, además de contener metano, vapor de agua, Amoníaco y sulfuro de hidrógeno. El aficionado inglés A. S. Williams hizo el primer estudio sobre la atmósfera de Júpiter en 1896. Esta está dividida en cinturones oscuros llamadas Bandas y regiones claras llamadas Zonas, todas ellas alineadas en la dirección de los paralelos. Las bandas y zonas delimitan un sistema de corrientes de vientos alternantes en dirección con la latitud, y en general, de gran intensidad, por ejemplo los vientos en el ecuador soplan a velocidades en torno a los 360km/h.
El científico inglés Robert Hooke, observó en 1664 una gran formación meteorológica que podría ser la Gran Mancha Roja . Sin embargo, no parecen existir informes posteriores de la observación de tal fenómeno hasta el siglo XX. Las imágenes obtenidas por el Observatorio Yerkes, a finales del siglo XIX muestran una mancha roja alargada ocupando el mismo rango de latitudes pero con el doble de extensión longitudinal. El tamaño actual de la mancha roja es aproximadamente unas dos veces y media el de la Tierra. Meteorológicamente la gran mancha roja es un enorme anticiclón muy estable en el tiempo. Los vientos en la perisferia del vórtice tienen una intensidad cercana a los 400 km/h.
En marzo del 2006 se anunció que se había formado una segunda mancha roja, aproximadamente de la mitad del tamaño de la Gran Mancha Roja. La segunda mancha se formó a partir de la fusión de tres grandes óvalos blancos presentes en Júpiter desde los años 1940 y fusionados en uno solo entre los años 1988 y 2000, dando lugar a un único óvalo, denominado Óvalo Blanco BA, cuyo color evolucionó hacia los mismos tonos que la mancha roja a comienzos del 2006. La coloración rojiza de ambas manchas puede producirse cuando los gases de la atmósfera interior del planeta se elevan en la atmósfera y sufren la interacción de la radiación solar.
En el interior del planeta el hidrógeno, el helio y el argón (gas noble que se acumula en la superficie de Júpiter) se comprimen progresivamente. El hidrógeno molecular se comprime de tal manera que se transforma en un líquido de carácter metálico a profundidades de unos 15.000 km con respecto a la superficie. Más abajo se espera la existencia de un núcleo rocoso formado principalmente por materiales helados y más densos que unas siete masas terrestres (aunque un modelo reciente aumenta la masa del núcleo central de este planeta entre 14 y 18 masas terrestres, y otros autores piensan que puede no existir tal núcleo, además de existir la posibilidad de que el núcleo fuera mayor en un principio, pero que las corrientes convectivas de hidrógeno caliente le hubieran hecho perder masa). La existencia de las diferentes capas viene determinada por el estudio del potencial gravitatorio del planeta medido por las diferentes sondas espaciales.
Júpiter tiene una magnetosfera extensa formado por un campo magnético de gran intensidad. El campo magnético de Júpiter podría verse incluso desde la Tierra ocupando un espacio equivalente al de la luna llena a pesar de estar mucho más lejos. El campo magnético de Júpiter es la estructura de mayor tamaño en el Sistema Solar. Las partículas cargadas son recogidas por el campo magnético joviano y conducidas hacia las regiones polares donde producen impresionantes auroras. Por otro lado, las partículas expulsadas por los volcanes del satélite Ío forman un toroide de rotación en el que el campo magnético atrapa material adicional que es conducido a través de las líneas de campo sobre la atmósfera superior del planeta.
Las sondas Pioneer confirmaron la existencia del campo magnético joviano y su intensidad, más de 10 veces la terrestre, conteniendo más de 20.000 veces la energía asociada al campo terrestre. Los Pioneer descubrieron que la onda de choque de la magnetosfera joviana se extiende a 26 millones de kilómetros del planeta, con la cola magnética extendiéndose más allá de la órbita de Saturno.
Los principales satélites (o lunas) de Júpiter fueron descubiertas por Galileo Galilei el 7 de enero de 1610, por lo que también se los llama satélites galileanos. Reciben su nombre de la mitología griega, si bien en tiempos de Galileo se los denominaba por números romanos dependiendo de su orden de cercanía al planeta. El descubrimiento de estos satélites constituyó un punto de inflexión en la ya larga disputa entre los que sostenían la idea de un sistema geocéntrico, es decir con la Tierra en el centro del Universo y la copernicana (o heliocéntrica), es decir, con el Sol en el centro del Universo, en la cual era mucho más fácil explicar el movimiento y la propia existencia de los satélites naturales de Júpiter.
La masa de Júpiter es tal que su baricentro con el Sol de sitúa en realidad por encima de su superficie. A pesar de ser mucho más grande que la Tierra (con un diámetro once veces mayor) es considerablemente menos denso. El volumen de Júpiter equivale a 1.317 Tierras, pero su masa es solo 318 veces mayor. La unidad de masa de Júpiter se utiliza para medir masas de otros planetas gaseosos, sobre todo planetas extrasolares y enanas menores.
Si bien Júpiter necesitaría tener 80 veces su masa para provocar las reacciones de fusión de hidrógeno necesarias y convertirse en una estrella, la enana roja más pequeña que se conoce tiene solo un 30% más de radio que el propio Júpiter. Júpiter irradia más calor del que recibe de la escasa luz solar que llega hasta él.
La atmósfera de Júpiter no presenta una frontera clara con el interior líquido del planeta, la transición se va sucediendo de una manera gradual. Se compone en su mayoría de hidrógeno y helio, además de contener metano, vapor de agua, Amoníaco y sulfuro de hidrógeno. El aficionado inglés A. S. Williams hizo el primer estudio sobre la atmósfera de Júpiter en 1896. Esta está dividida en cinturones oscuros llamadas Bandas y regiones claras llamadas Zonas, todas ellas alineadas en la dirección de los paralelos. Las bandas y zonas delimitan un sistema de corrientes de vientos alternantes en dirección con la latitud, y en general, de gran intensidad, por ejemplo los vientos en el ecuador soplan a velocidades en torno a los 360km/h.
El científico inglés Robert Hooke, observó en 1664 una gran formación meteorológica que podría ser la Gran Mancha Roja . Sin embargo, no parecen existir informes posteriores de la observación de tal fenómeno hasta el siglo XX. Las imágenes obtenidas por el Observatorio Yerkes, a finales del siglo XIX muestran una mancha roja alargada ocupando el mismo rango de latitudes pero con el doble de extensión longitudinal. El tamaño actual de la mancha roja es aproximadamente unas dos veces y media el de la Tierra. Meteorológicamente la gran mancha roja es un enorme anticiclón muy estable en el tiempo. Los vientos en la perisferia del vórtice tienen una intensidad cercana a los 400 km/h.
En marzo del 2006 se anunció que se había formado una segunda mancha roja, aproximadamente de la mitad del tamaño de la Gran Mancha Roja. La segunda mancha se formó a partir de la fusión de tres grandes óvalos blancos presentes en Júpiter desde los años 1940 y fusionados en uno solo entre los años 1988 y 2000, dando lugar a un único óvalo, denominado Óvalo Blanco BA, cuyo color evolucionó hacia los mismos tonos que la mancha roja a comienzos del 2006. La coloración rojiza de ambas manchas puede producirse cuando los gases de la atmósfera interior del planeta se elevan en la atmósfera y sufren la interacción de la radiación solar.
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Júpiter con sus cuatro lunas |
En el interior del planeta el hidrógeno, el helio y el argón (gas noble que se acumula en la superficie de Júpiter) se comprimen progresivamente. El hidrógeno molecular se comprime de tal manera que se transforma en un líquido de carácter metálico a profundidades de unos 15.000 km con respecto a la superficie. Más abajo se espera la existencia de un núcleo rocoso formado principalmente por materiales helados y más densos que unas siete masas terrestres (aunque un modelo reciente aumenta la masa del núcleo central de este planeta entre 14 y 18 masas terrestres, y otros autores piensan que puede no existir tal núcleo, además de existir la posibilidad de que el núcleo fuera mayor en un principio, pero que las corrientes convectivas de hidrógeno caliente le hubieran hecho perder masa). La existencia de las diferentes capas viene determinada por el estudio del potencial gravitatorio del planeta medido por las diferentes sondas espaciales.
Júpiter tiene una magnetosfera extensa formado por un campo magnético de gran intensidad. El campo magnético de Júpiter podría verse incluso desde la Tierra ocupando un espacio equivalente al de la luna llena a pesar de estar mucho más lejos. El campo magnético de Júpiter es la estructura de mayor tamaño en el Sistema Solar. Las partículas cargadas son recogidas por el campo magnético joviano y conducidas hacia las regiones polares donde producen impresionantes auroras. Por otro lado, las partículas expulsadas por los volcanes del satélite Ío forman un toroide de rotación en el que el campo magnético atrapa material adicional que es conducido a través de las líneas de campo sobre la atmósfera superior del planeta.
Las sondas Pioneer confirmaron la existencia del campo magnético joviano y su intensidad, más de 10 veces la terrestre, conteniendo más de 20.000 veces la energía asociada al campo terrestre. Los Pioneer descubrieron que la onda de choque de la magnetosfera joviana se extiende a 26 millones de kilómetros del planeta, con la cola magnética extendiéndose más allá de la órbita de Saturno.
Los principales satélites (o lunas) de Júpiter fueron descubiertas por Galileo Galilei el 7 de enero de 1610, por lo que también se los llama satélites galileanos. Reciben su nombre de la mitología griega, si bien en tiempos de Galileo se los denominaba por números romanos dependiendo de su orden de cercanía al planeta. El descubrimiento de estos satélites constituyó un punto de inflexión en la ya larga disputa entre los que sostenían la idea de un sistema geocéntrico, es decir con la Tierra en el centro del Universo y la copernicana (o heliocéntrica), es decir, con el Sol en el centro del Universo, en la cual era mucho más fácil explicar el movimiento y la propia existencia de los satélites naturales de Júpiter.
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